miércoles, 11 de abril de 2007

Descifrando el mensaje


No hacía calor aquel día 7 de agosto. Marina paseaba por la playa con un jersey fino tirado por encima de los hombros.
El agua fria del mar bañaba sus pies haciéndole sentir escalofrios y la brisa fresca hacía serpentear sus cabellos. Pese al día tan raro que hacía, se sintió feliz de haberse decidido a afrontar aquella tarde de verano y haber salido de su casa aunque su cuerpo hubiese preferido sentarse frente al televisor.
Iba ella despistada cuando sus pies encontraron un obstáculo a su paso y se dió un pequeño golpe en el dedo gordo del pie. Agachó su cabeza pensando que se iba a encontrar con una piedra tosca y fea, y vio con asombro que se había topado con una preciosa botella de vidrio oscuro. Le encantaban esoso objetos raros. Objetos que parecían venidos de otro tiempo, de un mundo distinto al que ella conocía y que solía coleccionar. Su casa estaba llena de velas, cajas de madera que escondían para ella pequeños tesoros, haditas y duendes de porcelana...
La cogió e intrigada, la levantó al trasluz para que el pequeño sol que brillaba aquel día en el cielo, le mostrase lo que guardaba en su interior.
" Algunas algas y plantas de mar " pensó con desinterés. Pues, aunque era una chica muy soñadora y desde pequeña le habían entusiasmado las historias de aventuras en las que los elegidos viajaban por todo el mundo en busca del tesoro perdido, no esperaba encontrarse ningún mapa allí dentro que la hiciera romper con la monotonía de su vida y la iniciase en un viaje sin fin. No; ella seguiría dando clases de pintura en la escuela de adultos una vez terminado el verano.
Los rayos de sol atravesarón el cristal azul para mostrar a la joven su secreto. Y como la persona que revela a otra sus más profundas intimidades, la botella perfiló una forma en su interior.
El corazón de Marina empezó a latir con fuerza y la emoción invadió sus venas.
Buscó un sitio en la arena para sentarse y quitó el corcho que protegía el interior del agua del mar y, con sus finos dedos, sacó un trozo de papel enrollado y arrugado, oscurecido por el paso del tiempo.
Con delicadeza lo desenrolló sin creerse que el sueño de su infancia se podía estar cumpliendo. Parecía una carta.
Aunque la impaciencia que sentía Marina en aquel momento por conocer el contenido del papel era tan grande como profundo es el oceano que se abría a sus pies, la poca luz que emanaba el sol en aquel atardecer de agosto no era suficiente para descifrar una letra ininteligible, con palabras borradas por el paso de los años. Muy a su pesar, la joven guardo con cuidado el papel en su bolsillo y, llevando la botella en su mano derecha, se marchó a su casa sabiendo que, nada más llegar, se iría a su mesa de estudio donde podría entender con más facilidad todo lo que aquel papel envejecido tenía que contar.
Y cuando el sol ya se escondía para dar paso a su hermana la luna, Marina llegaba a su casa.
Abrió la puerta de un golpe y de igual modo la cerró. No quería perder más tiempo, pues aunque había corrido, nada había evitado los 10 mínutos que habían como mínimo entre su casa y la playa.
Fue directa a su estudió, quitó todos los trastos que tenía sobre la mesa, y los puso amontonados encima del puff color pistacho que tenía a su lado.
Enchufó el flexo y sacó sus gafas de lectura del primer cajón del mueble. Todo estaba listo, solo le faltaba lo más importante.

"La carta..." pensó. La chaqueta la había dejado caer en la entrada de la casa. Corriendo fue a por ella, y del bolsillo sacó aquel papel que le iba a hacer volverse loca con tantas prisas, nervios...nunca había sentido tantas emociones juntas.

Por fin lo tenía todo, aún así y ya que había esperado bastante, pasó por la cocina para calentarse un poco de leche y mezclarlo con el café de sobre que tanto le gustaba. Una vez con la taza de café en la mano, se metió en el estudio con la intención de no salir de allí hasta descifrar el contenido de la carta o lo que fuese aquello que había escrito en el papel.

"Qué historia más surrealista" pensó de nuevo, pues, desde que había salido de la playa se lo había repetido tantas veces a si misma que no las podría contar con los dedos de las manos.
"Vamos a ver..." -siguió pensando-"Tienes 29 años, estás soltera, vives en un apartamento de 50 metros cuadrados y eres profesora, ¿qué haces a estas alturas de la vida...? pero bueno, jugaremos un rato" - se dijo por fin.

Así que se sento en su sillón y con la luz del flexo empezó a descifrar lo que allí había escrito. Se metió de lleno en el tema. Llamaron varias veces al teléfono, pasaron varios trenes por las vias de metro que había debajo de su casa...nada sacó a Marina de su tarea.

Una hora más tarde, tenía media carta descifrada por así decirlo y, aunque había jurado que no saldría de aquella habitación hasta que pudiera entender la totalidad del contenido de aquel borrón, pensó que le vendría bien una parada para picar algo pues, la hora de la cena ya había pasado.
Tres minutos más tarde se encontraba de nuevo en el estudio, con un sandwich de pavo en una mano, y en la otra, el papel.
Pasada la media noche, la profesora de arte dejaba las gafas de lectura sobre la mesa, lo había conseguido. Para ella había sido un logro personal.
Se frotó los ojos, orgullosa y volvió a ponerse las gafas para poder leer, está vez de una pasada, toda la carta.

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